lunes, 31 de octubre de 2011

Falta de inspiración.

Estaba él con sus papeles, con una pluma entintada en su mano izquierda, era zurdo. En la otra tocaba el papel, sentía su textura, lo rozaba como fina seda egipcia, y volteaba hacia la ventana. Estaba abierta, y no corría una ráfaga de viento otoñal, sin embargo se paró, como en búsqueda de una excusa para dejar los papeles y justificar su bloqueo mental.
Al asomar su cabeza, desde el tercer piso de su departamento en los suburbios, terminaba con todo el silencio en su habitación. Eran dos mundos totalmente diferentes, la paz y el desorden.
En la calle, una fila de autos encaminados a la nada misma, bocinas bocinazos, puteadas de varios colores. Pero nada cambiaba, los autos seguían ahí, y nunca se movían. En la vereda, la vecina comprando el pan justo pasaba con su carrito color verde. En frente, un vagabundo pidiendo en el mercadito chino, mientras tres perros mal alimentados esperaban afueras esperanzados por un poco de comida, aún más que el vagabundo, que de harapos vestía.
Y él, que seguía en su ventana, contemplando lo que había afuera, desesperanzado y desmotivado, acomoda la cabeza en su puño y la deja caer con desgano. Y ahora vuelve a mirar, parece que los autos se mueven, pero no es así, solamente transitaron un centímetro y nuevamente las bocinas rompen el silencio.
Tomó con frialdad sus hojas, dejó su pluma, agarró una lapicera, azul por preferencia, y bajó las escaleras dejando su departamento solo.
Se adentró en aquel mundo que miraba con desgano desde el tercer piso, y ahora caminaba, como bebé dando sus primeros pasos, era toda una aventura. Temeroso y sigiloso, resguardado en su rango visual, no movía la cabeza, tenso totalmente caminaba y caminaba, sin destino aparente.
Al pasar por el mercadito, los perros del vagabundo comenzaron a seguirlo. Cuando éste se percato, entró en pánico, aceleró su paso, y los dejó atrás.
Se topó con una arboleda en la plaza central, se sentó en el banco despintado, dubitativo por cierto. Tomó nuevamente sus hojas, pero nada, otra vez. Miraba a los costados, pensativamente, al niño en el columpio, a la soltera de enfrente, otra vez al niño, que ahora yacía caído en el suelo llorando desconsoladamente por un raspón que casi ni se veía.
Y es que solo por su mente pensaba en la sociedad primitiva en la que estaba inmerso, nada lo inspiraba, nada lo apasionaba. Su hoja seguía en blanco.
Se levantó furioso, y volvió por el mismo camino. El niño seguía llorando. La solterona aún estaba ahí.
Otra vez las bocinas a lo lejos, indicaban que iba por buen camino. Se percató de que los perros seguían tendidos en la puerta del mercadito chino. Frustrado, sabiendo que no podía evitarlos, ya que era imposible cruzar la calle por la cantidad de autos que la bloqueaban, siguió caminando. Pero los perros esta vez, no lo siguieron, ni lo miraron acaso.
Victorioso, siguió caminando, hasta llegar a su puerta. No pudo introducir la llave, prácticamente no calzaba de ninguna manera. Justo llegaba su vecina, que la abrió, pero ni siquiera lo saludó. De todas formas, aún enojado, no presto atención de tales irrelevancias.
Al llegar al tercer piso, no pudo abrir la puerta de su departamento, el de la letra B, por cierto. Una sonata de barbaridades ahora acabaron con el silencio en el edificio de aquel suburbio, sin embargo nadie salió, nadie se quejó, nadie dijo nada. Con la paciencia ya perdida, le dio una patada y puedo ingresar. Al mirar la cerradura, se percato de que no estaba con llave.
Ya alterado y ofuscado, se sienta nuevamente. La pluma entintada estaba en el suelo, y la miró con desprecio, es más, no se molestó en agarrarla. La hoja seguía en blanco, y la ventana ahora estaba cerrada. Se acercó para abrirla, pero no pudo de ninguna manera.
Volvió al escritorio, y el papel ya no estaba, ni la lapicera, ni la idea más vaga.
El, había muerto.

domingo, 30 de octubre de 2011

La precuela - 19 días

Día uno: Se abre una ventana de chat. No tengo idea de qué mierda es, pero bueno de todas maneras escribo "Hola".
Día dos: Reviso los miembros, y busco caras conocidas. Encuentro a alguien familiar, reviso su foto, descubro que era el.
Día tres: La ventana de chat empieza a sonar consecutivamente. Cada vez hay más gente extraña, pero copada.
Día cuatro: Empieza a aparecer tu nombre en la ventana. Me daba vergüenza hablar, pero me gustaba leerte.
Día cinco: Hablé, me hablaste, indirectamente entablamos conversación, nada serio ni personal. Quizás solamente te dije "Hola" y vos dijiste "Hola".
Día seis: Dijiste "estoy mal" no dudé un segundo, te agregué, y esperé que aceptaras la solicitud. Abrí tu ventana, y te pregunté que te pasaba, (parte de impulsos que nadie entiende). Me contaste tu historia, me sorprendí, después intenté ayudarte, después empecé a caer.
Día siete: Todavía no logro que me digas te quiero, aunque hablamos mucho, te mantenías firme en tu postura.
Día ocho: Ese día escribiste "Te qui..." Jamás fuí tan feliz.
Día nueve: Escribiste "Te quiero". No pude esconder mi sonrisa, te fuiste a francés y me dijiste "Si querés podés escribirme mensajes". Agarré el celular, y te escribí que creía que te extrañaba.
Día diez: Te escogí un seudónimo "CUTE BOY"
Día once: Ya era un hecho. Me gustabas, mucho.
Día doce: No podía esperar para volver a Mar del Plata.
Día trece: Esa mañana partí para Mar del Plata, con la idea de llegar, bajarme del colectivo y verte.
               - Ese día te ví por tercera vez, te dí un beso en la mejilla, me dijiste "Bonjour", te miré a los ojos y...
              - Fuimos al Condor, tomamos algo muy feo, (no pude evitar pedir lo mismo que vos), me mandabas mensajes. (Memorandum: "Yo no quiero un nerd, quiero un Diego Dos Santos, yo, mi sonrisa, te odié).
              - Se acercaba la noche, caminamos un poco, me acompañaste unas cuadras, te saludé, ahora para decir "chau", pero intenté darte el beso más tierno y poco obvio posible. (Todavía no puedo olvidarme).
Día catorce:
Día quince:
Día dieciséis:Te veía todas las tardes, prácticamente. Hablabamos de la vida, me hacías sonreir...
Día diecisiete:
Día dieciocho:
Día diecinueve: Fuí a tu casa, te pude abarazar por primera vez. Te dí el primer beso, te miré, sonreí, te abracé otra vez. Miramos películas, me pediste de ser tu novio, volví a sonreír y hasta hoy sonrío. 

lunes, 3 de octubre de 2011

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Carta y promesa

Ella no podía parar de toser. Tosía, dejaba caer una lágrima, después lo miraba a el, le decía que lo quería y volvía a sonreír. Tosía y el aire entraba por la ventana. La cortina color rosa floreada se movía con la melodía que no se escuchaba, mientras la silla se mecía de lado a lado mientras nadie estaba sentado en ella.
El la tomaba de la mano y la acariciaba. Sentía las texturas de sus arrugas, las cuales la acompañaron los últimos años de su vida, y aún coqueta con sus ojos verdes pintados, el se perdía en su mirada firme y consistente.
Los dos veladoras estaban encendidos, el sol ya se había escondido esperando nuevamente para volver a salir. La noche era fría y obscura, y ningún sonido interrumpía la paz que en la habitación se gozaba. El, aún con la mano de su amada, empieza a observar la habitación. El mueble de roble, cubierto con un poco de polvo que el tiempo había dejado. los cajones que nunca abrian y que no sabía que podía llegar a contener. Los perfumes que estaban prácticamente de decorado, y una ropa en la silla color café del rincón. Hasta miraba la terminación de la cama, la suavidad de la colcha, y nuevamente la miró a ella, que seguía tosiendo, pero sonriendo. A su lado una foto del año 1987, obviamente de ellos dos, y un reloj. En la otra mesa de luz, un relicario del aniversario número 23, debajo del vidrio una carta de amor del 56, y una foto de sus hijos, ya casados.
Su esposa se levantó, hacía mucho tiempo que no lo hacía, tomo la cadena dentro del relicario y se la colocó en el cuello. - ¿Cómo la primera vez, te acordás? Y volvió a toser. Se recostó, mientras su marido ahora le tomaba las dos manos. Hizo una pausa y le acarició su cabello cubierto de canas, le besó la frente, y ella sonrió otra vez.
Nuevamente ella levantó la mirada, y vió sus ojos cubiertos de lágrimas. Asintió con la cabeza en señal de que todo estaba bien, y cerró sus ojos, mientras soltaba una mano de su esposo para tocar nuevamente la cadenita de oro, perfectamente forjada, con detalles y terminaciones totalmente renacentistas.
El viento ya no soplaba, las cortinas ya no se movían. El la miró nuevamente, y ella ahora dormía. Ya no sostenía su mano, había perdido la fuerza y el calor de su cuerpo se estaba apagando.
El se levantó para apagar su velador, aún prendido y no pudo evitar leer la carta, esa del año 56. Y mientras las lágrimas bajaban por su mejilla, la miró por última vez y le dijo "Para siempre, como te había dicho". Acarició su frente, ahora fría, pero con un rostro que aún sonreía. Ella ya no estaba tosiendo, y el apagó la luz. 

domingo, 2 de octubre de 2011

Domingo

Hace mucho que no escribía algún pensamiento salteado que anda rondando por mi cabeza. Es más, tengo tantos en este momento que no sabría cual seleccionar. De todas formas, estoy acá para expresar este sentimiento de tristeza que siento. ¿Por qué me siento así? Es decir, estoy comiendo zucaritas de frutilla, debería estar bien, sin embargo tengo un dolor de estomago. Bueno, creo que es una buena analogía para lo que siento ¿O no? Seguramente no se entiende muy bien. Tengo una crisis emocional, tengo ganas de gritar, de gritarte a vos todo lo que siento. Tengo miedo, muchísimo miedo de no poder encajar en tu estereotipo de vida, de que lo que me decís se quede en el pasado, de que algún día te tenga que recordar como algo que fue  Sinceramente, sé que me equivoqué, y muchas veces sin pensar y quizás por ser inmaduro, no supe interpretar mis sentimientos, y me dejé guiar por lo que creí conveniente, por lo que mejor encajaba. Pero ahora me doy cuenta que la realidad es que no quiero perderte nunca. Quiero seguir estando en tu vida para siempre, y nunca sentí esto por nadie. En sí, quizás volaban estos pensamientos en alguna que otra charla cursi, pero ahora es una necesidad. Si, siento la necesidad de estar con vos por el resto de mi vida, y quizás suene loco, y mi miedo es leer esto en un futuro y saber que no pasó. Me gustaría pensar que lo voy a leer con vos al lado mió, y nos vamos a mirar, te voy a besar, y te voy a decir que te amo mucho, y después te voy a tocar la mano, para sentir que físicamente estás al lado mio y no es producto de mi imaginación. Pero vos me conoces, y yo ya un poco me aprendí a conocer también, y sabemos que mi cabeza no piensa así, y quizás sea porque creo que sos una de las cosas más importantes que tengo.
Hola, estoy acá, un domingo extrañándote, y me pongo a pensar que te fuiste hace menos de 12 horas, y te extraño como si hubiera pasado un siglo. Necesito verte, saber de vos, necesito escuchar de vos, hasta necesito pelear con vos, te necesito a vos.
¿Por qué lloras Diego? Porque lo extraño mucho, y no puedo imaginarme sin él. Y quizás intento a veces simular que no me importa, pero me destruye cuando nos peleamos. Es tan perfecto para mí, es todo para mí, y sé que estoy siendo repetitivo. Hasta sé que estoy siendo muy estúpido teniendo un blog como confidente.
Bueno, sin más remedio, me voy a seguir escuchando canciones tristes, imaginando escenas sin sentido que te integran, despedidas que no quiere que lleguen nunca, y un te amo que quisiera decirte en este momento mirándote a los ojos.
¿Alguna vez te dije que me encantan tus ojos? ¿Alguna vez te dije que estoy orgulloso de vos?