lunes, 22 de agosto de 2011

- Capítulo I

Era un 3 de abril. La mañana era fría, y las hojas de los árboles caían sin sesar. No quedaba nadie en la habitación, solamente ella y él. Ella lo buscaba y él solamente quería decir adiós.

Capítulo I
Sonríe

Abril era su nombre. Sus rasgos femeninos cubrían su rostro como muñeca de porcelana. Sus ojos eran color miel, y su sonrisa iluminaba cualquier tipo de situación ya que nunca faltaba. Criada en una de las mejores familias pero sometida a los mandatos de la misma. Era hija única, la joya familiar, los ojos de su madre y los valores de su padre, y la esperanza de ambos.
Era un día cálido de diciembre, el sol iluminaba la ventana de la habitación de Abril, la cual estaba pintada con un sutil rosa pastel y revestida con un papel tapiz que tenía pequeñas estrellas. En la pared había un par de cuadros distribuidos proporcionalmente a lo largo, todos bien renacentistas, plagados de alusiones que Abril no podía entender pero que adornaban estéticamente el ambiente. La ventana daba a la calle, y era el lugar más iluminado de la pieza donde generalmente ella miraba a los niños como se divertían mientras tomaba una taza de té todas las tardes y leía alguna de las obras de Lewin, su autor favorito.
La luz de la mañana ya había absorbido toda la obscuridad en la habitación mientras que en la rama del sauce, que justamente estaba muy cerca de su ventana, se posaba una pequeña ave. Su canto estrepitoso pero bello a la vez la despertó. Mira el reloj, el cual marcaba las 10:14 am, mientras entra su madre a la habitación aparentemente sobresaltada.
- Vas a llegar tarde, sabes que odia la impuntualidad.
- No creo que se enfade si llego 15 minutos tarde. ¿O sí? Dijo ella, mientras rascaba sus ojos.
- ¡Já! Por favor, no es momento de bromas. ¡Te veo abajo en 3 minutos! ¡Alístate, ya! Y cerró la puerta instantáneamente.
Como todas las mañanas, Abril debía visitar a los Thompsons. Un gran linaje conocido en todo el pueblo, rico social y económicamente. John Thompson fue el fundador de Gallarville, y sus hijos siempre habían pasado por grandes cargos políticos.
Desde su nacimiento, Abril, había sido designada para el cuarto hijo de Albert Thompson, casamiento que se llevaría acabo cuando ella cumpla los dieciocho años de edad, pero mientras tanto, todas las mañanas tomarían el té con su familia, con la finalidad de conocerse e intercambiar opiniones, nada más y nada menos que un formalismo social más que Abril debía soportar.
Jayle y Albert Guylend, padres de la niña estaban pasando por una crisis económica casi irreversible, mientras que además, Albert, padre de Abril, sufría de leucemia y en cualquier instante podría morir, y de esta forma dejar a su familia en la pobreza.
No siempre fue así, antes de su nacimiento, los Guylend gozaban de inmensas riquezas ya que eran los principales productores de cereales de la región. Sin embargo, las sequias y las plagas azotaron Gallarville. No llovió por años, las nubes que aparecían solamente cubrían el sol pero no descargaban una gota de agua.
Esta situación dejó en quiebra a la empresa cerealera de los Guylend, y por lo tanto así a toda la familia, la cual actualmente vive de lo poco que pueden producir con la esperanza de que su hija pueda revertir la situación.

Abril estaba lista en la sala esperando a sus padres. El reloj ahora marcaba las 10:29 am, considerando que estaban un poco retrasados. La sala estaba desordenada, había tasas de café a medio terminar y mucho pan tostado en el suelo. Nadie estaba viendo la televisión, sin embargo estaba encendida, obviamente con el canal local, el cual estaba emitiendo el fragmento del clima. “Soleado el resto de la semana, 0,1% de probabilidades de precipitación. Tranquilos ciudadanos, aún no es momento de usar el abrigo”. En la mesita, el periódico estaba alborotado. Abril solo tomó la sección de espectáculos, para ver si en el teatro había alguna novedad, ya que amaba saber que novedades culturales había en el pueblo aunque jamás hubiera ido a uno se contentaba solamente sabiéndolo. Al parecer el club de teatro “Pretty Hopes” estaba preparando una nueva puesta en escena y estaba buscando actores para la obra, la cual era una adaptación de un cuento fantasmal, pero ahora con agregados de tipo romántico. La noticia, muy pequeña como para llamar la atención, lo que hacía muy poco probable que tuviera éxito el pedido, decía:
No necesitamos talento, necesitamos ganas de expresar un deseo. Si tienes ganas de contarnos algo, solo ven aquí y participa para adquirir un papel en la obra. Repetimos, no es necesaria experiencia. Para más información, nos pueden encontrar en el viejo teatro en el centro del pueblo entre las 15 y las 18 hs.
Albert, estaba esperándolas en el coche, mientras Jayle terminaba de alistarse.
- ¡Es hora! ¡Apúrense, no podemos darnos el lujo de llegar tarde! Gritaba impaciente desde el automóvil.
En ese momento aparece Jayle prácticamente corriendo - ¡Vamos! ya, ya ya. Mientras ponía desesperadamente las llaves en la puerta.
Abril resignada, solamente se subía al auto, esperando que el día terminara y pegaba la cara en la ventana trasera mirando su hogar, como si nunca más volviera a verlo.
- ¡Miren las nubes! Quizás llueva esta vez, mi instinto no me falla, estoy seguro. Decía Albert, aunque su instinto parece estar fallando hace 17 años consecutivos, sin embargo la esperanza nunca la pierde.
Una nube de polvo cubría la visión, ya que las calles de tierra se desgranaban al paso del auto de los Guylend mientras se dirijan a la mansión de los Thompson en las afueras de la ciudad.
El sol era tan poderoso que corría la pintura en el auto rojo y viejo, casi desecho pero considerablemente bien preservado. El camino no estaba nada transitado y su única compañía era la radio y la canción de los Bee Gees la cuál era un furor en toda la región
Abril asomó su cara en la ventanilla, y pudo observar como los campos sufrían la sequía que corrompía sus tierras. Aquellas tierras verdes, plagadas de animales ya no existían y eran parte de un mito en la memoria de aquellos que sabían recordar.
- ¿Cuanto falta? - Pregunta Abril resoplando, sin ánimos de escuchar la respuesta
- ¿Todas las mañanas vas a preguntar lo mismo mocosa? - Replica su padre al instante - ¡Quiero verte sonreír! ¡Vamos! -
En ese instante ella devuelve la mirada con una sonrisa, y luego da vuelta la cara nuevamente para ver la realidad, y no lo que su familia pretendía aparentar.
De pronto, el auto comienza a temblar, y un extraño olor inunda el ambiente. Un conjunto de ruidos rompen con el típico ruido del motor del antiguo Ford, mientras que lentamente comenzaba a bajar la velocidad.
- ¿Qué está pasando? Pregunta Jayle, preocupada obviamente, mientras constantemente miraba el reloj con ánimos de detener el tiempo.
- Creo que es el motor. Responde Albert al mover las llaves de lado a lado sin una respuesta aparente.
Éste se baja del auto, para revisar lo que sucede, y así también Abril y su madre. El calor era agobiante y estaban en medio de la nada, no había civilización ni cerca ni lejos. Solamente campos y campos, y algún que otro árbol en la proximidad.
- Iremos a la sombra por un momento, ¿necesitas ayuda? Pregunta Jayle
-No, en un momento lo arreglo, pero no se alejen, estamos muy retrasados.
Mientras Albert se quedaba en el abrigo del sol intentando poner en marcha nuevamente el "carcacho" como él le decía, las mujeres buscaban desesperadamente una sombra donde esperar para partir. Un pequeño pino en la cercanía que aún no estaba del todo seco y proporcionaba un poco de sombra podría ayudar. Se sientan por un momento, ahora contemplando la bondad del silencio, el cual se cortaba repentinamente cuando Albert intentaba encender el auto.
- ¿Qué te sucede? Pregunta su madre.
La cara de Abril no demostraba alegría, al contrario, estaba apagada, como en un trance, un aparente sueño. Su mirada se perdía como aquellas aves que volaban a lo lejos y que jamás volvían.
- No es nada, solamente estoy un poco cansada. Responde Abril, mientras agarraba una pequeña margarita, la única flor entre el pastizal y cortaba sus pétalos, mientras quizás algún vago deseo recorría su imaginación que ánimos de salir, pero con miedo a enfrentar la realidad, lo físico, lo que realmente es.
Abril, una chica con sueños, una niña que siempre vivió de la esperanza de algún día poder ser algo por el hecho de serlo, y no por ser una mera construcción, una imagen o una adaptación a lo que siempre se la sometía. Rendida ante la soledad, pasa los días encerrada en su habitación aparentemente sola, ya que lo único que guarda en ella son pequeños pero enormes deseos de poder ser libre. Sus padres poseían una imperiosa necesidad de poder mantener una imagen que acabó con lo que es, en cierta forma, una familia. Su madre, por un lado, intentando mantener un estatus social aceptable, de peluquería en peluquería desmintiendo la crisis que su familia pasaba, y justificando su caída repentina de cabello o el por qué de su falta de tintura a un nuevo estilo de moda que solamente gente de la alta sociedad podía utilizar.
Su padre por otro lado, amante del trabajo intenta reivindicar la situación del negocio familiar. Se pasa todo el día estudiando los fenómenos meteorológicos, y organizando un cronograma de cultivo o "Fruflg" como lo llamó el, el cual se basa en una serie de logaritmos que incluyen medidas tales como la presión, la humedad, y la temperatura en función de las etapas de la luna, y diferentes astros. Lo cierto es que, desde el comienzo de la sequia, hace 17 años atrás, su padre perdió la cordura, y algo más importante que eso, perdió todo tipo de interés, y por lo tanto así nunca recordaba lo que en realidad era además de un trabajador, un padre.
De pronto, un sonido estrepitoso rompe con la calma del campo. Un boom a lo lejos, y el grito de su padre indican que el auto estaba listo nuevamente para partir. Ellas se levantan, y antes de dar un solo paso Jayle se vuelve y mira fijamente a Abril para decirle. - No es muy complicado lo que tienes que hacer, sólo sonríe.